domingo, 12 de octubre de 2008

El Coraje de Amar



El miedo no es más que la ausencia de amor. Haz las cosas con
amor, olvídate del miedo. Si amas bien, desaparece el miedo.


SI AMAS profundamente, no tendrás miedo. El miedo es una negatividad, una ausencia. Hay que entender esto muy profundamente. Si no lo consigues, nunca serás capaz de entender la naturaleza del miedo. Es como la oscuridad. La oscuridad realmente no existe, sólo es una apariencia. En realidad, se trata de la ausencia de luz. La luz existe; si quitas la luz hay oscuridad.
La oscuridad no existe, no puedes quitar la oscuridad. Hagas lo que hagas no podrás quitar la oscuridad. No puedes traerla y no puedes quitarla. Si quieres hacer algo con la oscuridad, tendrás que hacer algo con la luz, porque sólo te puedes relacionar con lo que existe. Apaga la luz y habrá oscuridad, enciende la luz y dejará de haber oscuridad, pero haces algo con la luz. No puedes hacer nada con la oscuridad.
El miedo es oscuridad. Es ausencia de amor. No puedes hacer nada con ello, y cuanto más hagas más miedo tendrás, porque te parecerá que es imposible. El problema se irá volviendo cada vez más complicado. Si luchas con la oscuridad, ésta te derrotará. Puedes sacar una espada e intentar matar la oscuridad, pero sólo te agotarás. Y finalmente, la mente pensará: «La oscuridad es muy poderosa, por eso me derrota. »
Aquí es donde se equivoca la lógica. Es absolutamente lógico: si has estado luchando con la oscuridad pero no has podido vencerla, no has podido destruirla, es totalmente lógico que llegues a la conclusión de que «la oscuridad es muy poderosa. Me siento impotente frente a ella. Pero la realidad es exactamente lo contrario. Tú no eres impotente, la oscuridad es impotente. De hecho, la oscuridad no existe, por eso no puedes vencerla. ¿Cómo puedes vencer algo que no existe?
No luches con el miedo; si no, tendrás cada vez más miedo y entrará en tu ser un miedo nuevo: el miedo al miedo, que es muy peligroso. En primer lugar, el miedo es una ausencia, y en segundo lugar, el miedo al miedo es el miedo a la ausencia de ausencia. ¡Se convierte en una locura!
El miedo no es más que la ausencia de amor. Haz las cosas con amor, olvídate del miedo. Si amas bien, desaparece el miedo. Sí amas profundamente, no hay miedo.
Cuando te enamoras de alguien, aunque sólo sea un instante, ¿sientes miedo? No se ha producido en ninguna relación: si dos personas están profundamente enamoradas y hay un encuentro, están en armonía, no puede haber miedo. Es como cuando la luz está encendida y no hay oscuridad; ésta es la llave maestra: ama más.
Si sientes que hay miedo en tu ser: ama más. Sé valiente en el amor, ten coraje. Sé aventurero en el amor, ama más, ama incondicionalmente, porque cuanto más amas, menos miedo tienes.
Cuando digo ama me refiero a las cuatro etapas del amor, desde el sexo hasta el samadhi.
Ama profundamente.
Si en una relación sexual, amas profundamente, desaparecerá de tu cuerpo gran parte del miedo. Si tu cuerpo tiembla de miedo, es por miedo al sexo; no has estado en una relación sexual profunda. Te tiembla el cuerpo, tu cuerpo no se encuentra cómodo, en casa.
Ama profundamente; el orgasmo sexual hará desaparecer todo el miedo del cuerpo. Cuando digo que hará desaparecer el miedo, no quiero decir que te vayas a volver valiente, porque las personas valientes sólo son cobardes al revés. Cuando digo que desaparecerá el miedo quiero decir que no habrá ni cobardía ni valentía. Son las dos caras del miedo.
Fíjate en tus valientes: te darás cuenta de que en el fondo tienen miedo, sólo se han puesto una armadura. La valentía no es ausencia de miedo sino miedo protegido, miedo bien defendido, armado.
Cuando desaparece el miedo te vuelves una persona sin miedo. Una persona sin miedo no provoca miedo a los demás, y no permite que nadie le provoque miedo.
El orgasmo sexual profundo le produce al cuerpo una sensación de bienestar. El cuerpo siente una sanación muy profunda porque se siente completo.
Después, el segundo paso es el amor. Si pones condiciones con la mente no serás capaz de amar, esas condiciones son obstáculos. Puesto que el amor es beneficioso, ¿de qué te sirven las condiciones? Es muy beneficioso, es un gran bienestar; ama incondicionalmente, no pidas nada a cambio. Si puedes llegar a comprender que amando a la gente tendrás menos miedo, ¡empezarás a amar por la alegría de hacerlo!
Normalmente, la gente sólo ama cuando se cumplen todas las condiciones. Dicen: «Si fueses así, te amaría. » Una madre le dirá al niño: «Te querré si te portas bien. » Una esposa le dirá a su marido: «Tienes que ser así, sólo entonces te podré querer. » Todo el mundo pone condiciones; el amor desaparece.
¡El amor es un cielo infinito! No puedes obligarlo a estar encogido, condicionado, limitado. Si dejas que entre aire fresco en una habitación y después la cierras a cal y canto —cierras todas las ventanas y las puertas—, pronto el aire estará viciado. Siempre que surge el amor es un acto de libertad; después llevas ese aire fresco a tu casa, pero se acaba viciando, ensuciando.
Éste es un gran problema para toda la humanidad, siempre ha sido un problema. Cuando te enamoras todo te parece bello porque, en ese momento, no estás poniendo condiciones. Dos personas se acercan incondicionalmente. Cuando se consolida la relación, cuando dan por sentado que el otro está ahí, empiezan a poner condiciones: «Deberías ser de este modo, deberías comportarte de otro modo, sólo entonces te querré», como si el amor fuese un negocio.
Si no amas partiendo de un corazón repleto de amor, estás negociando. Quieres obligar a la otra persona a hacer algo por ti, sólo así le querrás; si no, traicionarás tu amor. Estás usando el amor como un castigo o una imposición, pero no estás amando. Estás intentando rehusar tu amor o estás intentando darlo, pero en ambos casos el amor en sí mismo no es el fin, el fin es alguna otra cuestión.
Si eres un marido y le traes regalos a tu esposa, ella estará contenta, estará junto a ti, te besará; pero si no le traes nada hay una distancia; no está junto a ti, no se acerca. Cuando haces esto olvidas que el amor te beneficia a ti, y no sólo a los demás. En primer lugar, el amor ayuda a los que aman. En segundo lugar, ayuda a los que son amados.
Como yo lo veo... la gente que viene a verme siempre me dice: «El otro no me quiere. » Nadie me dice: «No quiero al otro. » Amar se ha convertido en una exigencia: «El otro no me ama. » ¡Olvídate del otro! El amor es un bello fenómeno, si amas, tú disfrutarás.
Cuanto más amas, más te amarán. Cuanto menos amas y más exiges que te amen, menos te amarán, te cerrarás cada vez más, confinado en tu ego. Y te volverás susceptible: aunque alguien se acerque para quererte, tendrás miedo, porque en todo amor existe la posibilidad de rechazar, de rehusar.
Nadie te quiere, este pensamiento está profundamente arraigado en tu mente. ¿Estará ese hombre intentando cambiar tu forma de pensar? ¿Estará intentando amarte a ti? Debe de ser falso, ¿estará intentando engañarte? Debe de ser un hombre astuto, mentiroso. Te proteges. No permites que nadie te quiera y no quieres a los demás. Surge el miedo: estás solo en el mundo, muy solo, te encuentras solo, no estás conectado.
Entonces, ¿qué es el miedo? El miedo es una sensación de desconexión con la existencia. Permite que esto sea la definición de miedo: el miedo es un estado de desconexión con la existencia. Te han dejado solo, un niño solo llorando en casa; el padre, la madre y toda la familia se han ido al cine. El niño gime y llora en la cuna. Le han dejado solo sin ningún contacto, sin nadie que le proteja, sin nadie que le consuele, sin nadie que le quiera; soledad, a tu alrededor vasta soledad. Éste es el estado de miedo.
Esto sucede porque te educan de tal forma que no permites que surja el amor. Se ha educado a la humanidad para cualquier cosa, menos para amar. Nos han enseñado a matar. ¡Hay ejércitos que se adiestran durante años para matar! Nos han enseñado a calcular: hay colegios, universidades, largos años de aprendizaje sólo para calcular, de modo que nadie te pueda engañar y tú puedas engañar a los demás. Pero en ningún sitio te dan una oportunidad para permitirte amar, y amar en libertad.
De hecho, no sólo es eso, sino que además la sociedad pone trabas a cualquier intento de amor. Los padres no quieren que sus hijos se enamoren. A ningún padre le gusta, a ninguna madre le gusta; digan lo que digan, a ningún padre y a ninguna madre le gusta que sus hijos se enamoren. Les gustan los matrimonios concertados.
¿Por qué? Porque en cuanto un hombre joven se enamora de una mujer o una niña, se aparta de la familia; crea una nueva familia, su propia familia. Por supuesto, está contra su antigua familia, es rebelde, dice: «Ahora me voy, voy a crear mi propio hogar. » Y escoge a su mujer; el padre no tiene nada que ver con esto, la madre no tiene nada que ver con esto, se han quedado a un lado.
No, les gustaría arreglarlo a ellos: «Crea un hogar, pero vamos a acordarlo nosotros para poder tener derecho a tomar decisiones. Y no te enamores, porque cuando te enamoras, el amor se convierte en todo el mundo. » Si es un matrimonio concertado sólo se trata de un trámite social, no estás enamorado, tu mujer no es tu vida, tu marido no es tu vida. Siempre que continúe el matrimonio concertado, continuará la familia. Y cuando aparece el matrimonio por amor, desaparece la familia.
En Occidente está desapareciendo la familia. Ahora puedes entender el sentido del matrimonio concertado: la familia quiere seguir existiendo. No importa si te destruyen a ti, no importa si destruyen la posibilidad de amar; tienes que ser sacrificado en nombre de la familia. Si se concierta un matrimonio habrá una unión de familias. En un matrimonio concertado una familia puede tener cien miembros. Pero si un niño o una niña se enamoran, entonces se convierten en un mundo en sí mismos. Quieren estar solos, tener privacidad. No quieren tener a cien personas alrededor: tíos y tíos de los tíos, primos de los primos... no quieren todo ese alboroto; les gustaría tener su propio mundo privado. Todo esto es un inconveniente.
La familia está contra el amor. Habrás oído decir que la familia es el origen del amor, pero yo te digo que la familia está contra el amor. La familia existe gracias a que ha matado el amor, no ha permitido que exista.

La sociedad no permite amar porque una persona que está profundamente enamorada no permitirá que le manipulen. No podrán enviarle a una guerra porque dirá: «¡Estoy muy feliz donde estoy! ¿Por qué me enviáis a mí? ¿Por qué tengo que matar a extraños que quizá son felices en sus casas? No tenemos ningún conflicto, ningún choque de intereses...”
Si la nueva generación va profundizando más en el amor desaparecerán las guerras, porque no habrá bastantes locos como para ir a la guerra. Si amas experimentas algo de la vida, y no querrás guerras ni matanzas. Cuando no amas no experimentas nada de la vida; amas la muerte.
El miedo mata, quiere matar. El miedo es destructivo, el amor es una energía creativa. Cuando amas quieres crear, te gustaría cantar una canción, pintar o hacer poesía, pero no te gustaría armarte con una bayoneta o una bomba atómica para salir corriendo a matar a absolutos desconocidos que no han hecho nada, que te son tan desconocidos como tú a ellos.
Sólo desaparecerán las guerras cuando vuelva a haber amor en el mundo. Los políticos no quieren que ames, la sociedad no quiere que ames, la familia no te permite amar. Quieren controlar tu energía de amor porque es la única energía que existe. Por eso existe el miedo.
Si me entiendes, abandona todos los miedos y ama más, ama incondicionalmente. No creas que cuando amas estás haciendo algo por los demás; lo estás haciendo por ti mismo. Cuando amas, te beneficias. No esperes, no digas que amarás cuando amen los demás, no es en absoluto la cuestión.
Sé egoísta. El amor es egoísta. Ama, te dará satisfacción, por medio de ello cada vez tendrás más bendiciones.
Cuando el amor profundiza desaparece el miedo, el amor es la luz, el miedo es la oscuridad.
Después hay otra etapa en el amor: la oración. Las iglesias, las religiones, las sectas organizadas... te enseñan a rezar. Pero, de hecho, te impiden rezar porque la oración es un fenómeno espontáneo, no se puede enseñar. Si te han enseñado a rezar en tu infancia, te han impedido tener una hermosa experiencia. La oración es un fenómeno espontáneo.
Os voy a contar una historia que me encanta. León Tolstoi escribió un cuento: en cierto lugar de Rusia había un lago que se hizo famoso porque había tres santos. Miles de personas viajaban hasta el lago para ver a esos tres santos.
El sumo sacerdote del país se asustó. ¿Qué está pasando? Nunca había oído hablar de esos «santos» y la iglesia no los había reconocido; ¿quién los había canonizado? El cristianismo ha estado haciendo una de las cosas más ridículas: dar certificados que dicen: «Este hombre es un santo. » ¡Como si un hombre fuera santo sólo por tener un certificado!
Pero la gente estaba enloquecida, llegaban muchas noticias de que hacían milagros, así que el sacerdote tuvo que ir para ver cómo estaba la situación. Fue en un barco hasta la isla donde vivían todos esos pobres; no eran más que pobres, pero eran muy felices porque sólo existe una clase de pobreza, y es la pobreza del corazón que no puede amar. Ellos eran pobres pero eran ricos, eran las personas más ricas que pueda haber.
Estaban felices sentados debajo de un árbol, riendo, divirtiéndose y disfrutando. Al ver al sacerdote se inclinaron, y el sacerdote dijo: —¿Qué estáis haciendo ahí? Hay rumores de que sois grandes santos. ¿Sabéis rezar?
Al ver a esas tres personas el sacerdote se dio cuenta inmediatamente de que eran analfabetos, un poco idiotas, felices pero tontos.
Ellos se miraron y dijeron: —Lo sentimos, señor, pero como somos ignorantes no sabemos la oración autorizada por la Iglesia. Pero hemos inventado nuestra propia oración, está hecha en casa. Si no se ofende se la podemos enseñar.
El sacerdote dijo: —De acuerdo, enseñadme vuestra oración.
—Hemos pensado mucho —dijeron—, aunque no somos grandes pensadores, somos brutos, somos campesinos ignorantes. Entonces decidimos hacer una oración sencilla. En el cristianismo Dios es una Trinidad, tres personas: Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Nosotros también somos tres. De modo que hicimos esta oración: «Vosotros sois tres, nosotros somos tres, tened piedad de nosotros. » Ésta es nuestra oración: «Somos tres, vosotros sois tres, tened piedad de nosotros. »
El sacerdote estaba muy enfadado, casi encolerizado.
—¡Qué tontería! —dijo—. Nunca había oído una oración como ésta. ¡Se acabó! Así no podéis ser santos. Sois estúpidos.
Se postraron a sus pies y dijeron: —Enséñanos la verdadera oración, la auténtica.
Él les dio la versión autorizada de la oración de la Iglesia ortodoxa rusa. Era larga, complicada; había palabras difíciles, grandilocuentes. Los tres santos se miraron, les parecía imposible, la puerta del cielo estaba cerrada para ellos.
—Por favor —dijeron—, vuelva a repetirla porque es muy larga, y nosotros somos incultos. —La volvió a repetir—. Otra vez, señor —dijeron—, porque se nos va a olvidar y la diremos mal. De modo que se la volvió a repetir. Ellos le dieron las gracias de todo corazón y él se sintió muy bien por haber hecho una buena obra, devolviendo a esos tres idiotas a la Iglesia.
Se fue en su barco. En medio del lago no podía creer lo que estaba viendo... ¡los tres hombres, los tres idiotas venían corriendo por encima del agua! —Espere... —dijeron— ¡se nos ha vuelto a olvidar!
¡Esto es increíble! El sacerdote cayó a sus pies y les dijo: —Perdonadme. Seguid rezando vuestra oración.
La tercera energía del amor es la oración. Las religiones y las Iglesias organizadas la han destruido. Os han dado oraciones prefabricadas. La oración es un sentimiento espontáneo. Cuando reces, acuérdate de esta historia. Deja que tu oración sea un fenómeno espontáneo. Si ni siquiera tu oración es espontánea, entonces ¿qué más puede ser espontáneo? Si tienes que ser prefabricado incluso con Dios, ¿cuándo vas a ser auténtico, sincero y natural?
Di las cosas que te gustaría decir. Habla con Dios como si hablaras con un amigo muy sabio. No lo conviertas en algo formal. Una relación formal no es una relación en absoluto. ¿También te has vuelto formal con Dios? No tienes espontaneidad.
Incorpora el amor a tu oración. ¡Entonces podrás decir algo! Es hermoso, es un diálogo con el universo.
Pero ¿te has dado cuenta? Cuando realmente eres espontáneo, la gente cree que estás loco. Si te pones a hablar con un árbol, una flor o una rosa, la gente pensará que estás loco. Si vas a una iglesia y te pones a hablar con la cruz o con una imagen, nadie pensará que estás loco creerán que eres muy piadoso. Estás hablando con una piedra en el templo y todo el mundo cree que eres piadoso, porque ésta es la forma autorizada.
Si hablas con una rosa que está mucho más viva que cualquier imagen de piedra, que es mucho más divina que cualquier imagen de piedra... Si hablas con un árbol que está mucho más enraizado en Dios que cualquier cruz, porque la cruz no tiene raíces, está muerta... por eso mata... Un árbol está vivo, tiene raíces que bajan a las profundidades de la tierra, tiene ramas que surcan los cielos, está conectado con la totalidad, con los rayos del sol, con las estrellas; ¡habla con los árboles! Ése puede ser un punto de contacto con lo divino.
Pero si hablas así, la gente pensará que estás loco. Toman la espontaneidad por locura. Creen que las formalidades son sanas. Y la realidad es justo lo contrario. Si entras en un templo y repites una oración de memoria eres tonto. ¡Ten una conversación de corazón a corazón! La oración es hermosa, a través de ella empezarás a florecer.
La oración es estar enamorado, enamorarse de la totalidad. A veces te enfadas con alguien y no le hablas; ¡eso es hermoso! «No voy a volver a hablar contigo, ya está bien, ¡no me has escuchado!», Dices. Es un bello gesto, no estás muerto. A veces dejas totalmente de rezar, porque rezas pero Dios no te escucha. Se trata de una relación en la que estás muy implicado, te enfadas. A veces te sientes muy bien, estás agradecido, das las gracias; a veces te desanimas.
Pero deja que sea una relación viva. Entonces, será una oración sincera. Repetir todos los días— lo mismo como si fueses un gramófono, no es rezar.
Me han contado que había un abogado que era muy calculador. Todas las noches se acostaba en la cama, miraba al cielo, decía: «Ditto. Igual que los otros días», y se dormía. Sólo rezó una vez —la única vez de su vida— y después: «Ditto. » Era lícito hacerlo, ¿de qué sirve volver a repetirlo otra vez? Es lo mismo decir «ditto» que volver a repetirlo.
La oración debería ser una experiencia viva, un diálogo de corazón a corazón. Y si es de corazón, pronto sentirás que no sólo estás hablando, sino que la respuesta está ahí. Entonces, la oración ha alcanzado su madurez. Cuando sientes la respuesta, cuando sientes que no estás hablando tú solo —si es un monólogo sigue sin ser una oración—, entonces se convierte en un diálogo. No sólo hablas, sino que escuchas.
Y toda la existencia está preparada para responderte. Cuando tu corazón se abre, la totalidad te responde.
No hay nada más bello que la oración. Ningún amor puede ser tan bello como la oración. Del mismo modo que el sexo no puede ser más bello que el amor, el amor no puede ser más bello que la oración.
Pero después está la cuarta etapa, que llamo meditación. Aquí cesa también el diálogo. Dialogas en silencio. Las palabras desaparecen porque, cuando el corazón está lleno, no puedes hablar. Cuando el corazón está rebosando, el único medio que tenemos es el silencio. Ya no hay un «otro. Eres uno con el universo. No dices nada ni escuchas nada. Estas con la unidad, con el universo, con la totalidad. Unidad... eso es meditación.
Éstas son las cuatro etapas del amor, y en cada etapa desaparecerá un miedo. Si el sexo tiene lugar de una forma hermosa desaparecerá el miedo al cuerpo. El cuerpo no estará neurótico. Normalmente —he observado miles de cuerpos—, los cuerpos están neuróticos, locos. No están satisfechos, no están en casa.

1 Si hay amor, el miedo desaparecerá de la mente. Vivirás una vida de libertad, comodidad, bienestar. No habrá miedos, no habrá pesadillas.
Si surge la oración, el miedo desaparece completamente, porque al rezar te vuelves uno, empiezas a sentirte profundamente relacionado con la totalidad. El miedo desaparece del espíritu; si rezas desaparece el miedo a la muerte, pero no antes.
Y si meditas desaparecerá incluso la ausencia de miedo. El miedo desaparece, la ausencia de miedo desaparece. No queda nada. O, sólo queda la nada. Una inmensa pureza, virginidad e

inocencia.


-Osho - ( Del libro Coraje )

1 comentario:

Anónimo dijo...

gracias por acercarnos un texto tan profundo ,normalmente la verdad me deja sin palabras y asi me he quedado,solo espero que hay movido en mi el "coraje de amar"

Un abrazo